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lunes, 24 de octubre de 2011

Cristo del zapato.

Corría el año... ¿Qué impoprta el año?. Corría un año otoñal, como todos los años que empiezan en otoño. Un viernes, gélido (que ya es decir cuando estamos en esta bendita tierra tropical). Nuestro maestro (me repatea decir profesor) Antonio nos presenta un perfil corto pero empinado de Pinos Puente.
Se empieza aquí. Nos señala el dique de la presa de Béznar y se termina aquí, en la Ermita del Cristo del Zapato. Que es una pintura de un Cristo al que le faltas un zapato, de ahí el nombre.
Vamos serpenteando por aquellas carihuelas, salvo los trochistas (que no es ningún grupo comunista, sino los que le gustan acortar camino mediante las trochas). Algunos que éramos novatos andábamos por encima de la serpiente y aún así nos faltaba aire. Las agujetas no las sentiríamos hasta el día siguiente. Las pequeñas Raquel y Paula se adelantaban a nosotros y volvían, como los perrillos cuando se ríen de sus amos. La nieve que todavía quedaba en las cunetas eran la delicia de estos dos inolvidables diablillos. Cuando desandaban el camino y nos veían con la lengua fuera se mondaban de risa y nos tiraban pequeñas bolas de nieve.
Antonio se acercaba a mí para preguntarme qué tal iba. Yo le respondía que muy bien (la realidad es que estaba cansado pero no se lo quería decir)Yo era nuevo y él se interesaba por los nuevos, sin abandonar a los antiguos.
Llegamos a la Ermita y allí nos tomamos el preceptivo bocadillo.
La verdad es que para ser el primer día, a pesar del cansancio, o quizá por eso mismo, me notaba enganchado a lo que luego supe que era "senderismo".
Mientras me dolía de mis agujetas, deseaba con toda el alma que llegase el próximo sábado.
Un día le pregunté: Antonio, ¿Por qué no salimos algún domingo?. Siempre decía lo mismo: "Los domingos son sagrados. Los dedico a mi suegra.

1 comentario:

Maruja dijo...

Hola Emilio, me alegra ver que vuelves a la tarea. Lo he leído detenidamente y me ha parecía que estaba allí con vosotros. Saludos amigo.