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viernes, 4 de noviembre de 2011

Un día en Ermita Vieja

Una vez llegados a tan idílico paraje, nos prepararon un opíparo desayuno que nos reconfortó el espíritu. Nuestro Antonio nos presentó a los Monitores del Centro quienes tomaron la palabra, sin que nosotros protestásemos porque ya habíamos tomado nosotros lo que anteriormente queda dicho.
Recuerdo perfectamente esta primera estancia (Luego vendrían más, una por año), porque fue cuando aprendí que el nombre del romero era nada menos que: "Rosmarinus oficinalis" desde entonces no lo he olvidado. Por supuesto que el latinajo me lo enseñó el de siempre, el que sabía miles de nombres científicos de plantas y de animales.
Nos fuimos a visitar las ruinas de la ermita que daba nombre al paraje. Mientras caminábamos, lápiz afilado y bloc en mano, se iban tomando notas de las "palabrotas que nos decían.
Previamente nos enseñaron un alambique, casi en buenas condiciones, donde se destilaban otrora los "perjúmenes" de tantas plantas aromáticas como hay en el lugar.
Pero todo ésto, con ser hermoso y muy edificante lo que verdaderamente queda en el recuerdo es el pastel de puerros tan exquisito que nos hicieron en el almuerzo. Eso, sí, algunos hombres aprendimos a limpiar nuestros platos y colocar en el carrillo, ordenadamente, todos los cubiertos y vasos.
Los más potentes (yo entonces lo era) nos fuimos a visitar la silleta del Padul, que es un lugar hermoso, bucólico y otras lindezas, como para iluminar la maestría de algún fotógrafo que nos acomapañaba.
Al final de la jornada nos reunimos todos con nuestros Monitores y fuimos dando nuestra impresión de la experiencia que habíamos disfrutado.
Y tira pa·lante que mañana será otro día.

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