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miércoles, 22 de octubre de 2008

LUNA DE MIEL

¡Sí, quiero!

Se oyó la expresión con toda claridad y en una perfecta dicción. El texto no era tan largo como para necesitar mucho tiempo de ensayo. Más bien se trataba de un sentimiento. Una costumbre que venía repitiéndose a través de los de los tiempos.

Quien había dicho esto, Anselmo, miró con ternura a la figura delgada que tenía a su izquierda. La lucecita que se encendió en sus ojos le llenó de satisfacción. Era una llama de esperanza en el futuro, que en este día del año 2025 se le ofrecía como una deliciosa flor. Erika repitió la misma frase, como si de un eco lejano se tratara. Ahora fueron los ojos de él los que se iluminaron. Hubiesen pasado siglos mirándose si no les hubiera llamado la atención el celebrante.

Juntos salieron a los compases de una música celestial (eso le pareció a ellos) entre las miradas envidiosas de los mozos y mozas que les contemplaban. Sin más dilación se dirigieron al automóvil para emprender el viaje de bodas.

Aparcaron el coche y se dirigieron a la nave espacial para iniciar su luna de miel. Ya hacía algunos años que las parejas dejaron de viajar a Mallorca o a Punta Cana, para hacer estas vacaciones de una forma más romántica. Viajar a la Luna estaba a la orden del día. Los avances de la técnica habían logrado que la “luna de miel” fuera literal. Entregaron sus billetes y se sentaron en sus respectivos asientos, entrelazando sus manos y mirándose con ternura.

Los motores arrancaron suavemente. Ya quedaron atrás aquellas estruendosas aceleraciones a las que sometían a los caducos motores de reacción. Los actuales usaban un combustible a base algas marinas, que hacían silencioso el motor. La maquina estaba construida de tal forma que no usaba cojinetes ni engranaje alguno lo que permitía alcanzar unas velocidades astronómicas al suprimir los rozamientos y el silencio del motor era total.

La imagen de la tierra a 7500 m. de altura era impresionante. Azul con unas manchas blancas que le daban un encanto especial. Anselmo miró por la ventanilla, luego al rostro de su esposa. Qué bien suena eso de esposa –pensó- y se dijo que ya no podría soñar con más felicidad. Ella lo miraba arrobada, adivinando sus pensamientos y compartiendo con él su estado de ánimo. Evocó su niñez cuando salía con sus padres al campo o a la montaña, disfrutando de aquel cuadro tan relajante. Quedó embelesada, semidormida, cuando un sonido metálico la despertó. Era el Capitán de la nave:

- Señores pasajeros, no se alarmen. No ocurre absolutamente nada grave. Sólo que hemos entrado en una zona de interferencias, debido a la alineación de varios planetas. Los sortearemos y seguiremos hacia nuestro destino.

Cuán equivocado estaba el Capitán. El intento de evitar la línea de influencia de los planetas, desvió la nave dos grados más de lo previsto. Quiso enderezar el rumbo pero los mandos no le obedecieron. Por mucho que intentaba corregir el rumbo no podía lograrlo. Observó, cómo el reloj que indicaba la fecha iba andando con bastante rapidez, pero no hacia adelante, sino hacia atrás: 2024… 2023…..

Se puso lívido. Miró a su copiloto, esperando alguna palabra, pero éste no podía ni abrir la boca.

De nuevo se oye un chasquido y la voz del piloto:

-Señores: tengo una cosa importante que decirles, no llegaremos a la Luna, pero no deben preocuparse tomaremos Tierra sin problemas. La máquina funciona a la perfección, sólo ha sido un problema de coordenadas.

Lo que no dijo el Capitán es que las coordenadas que habían fallado eran las de espacio-tiempo.

La nave se posó sobre un terreno árido, de color pardo. Nuestros viajeros pudieron observar un verdadero ejército, con uniforme azul, que montaban unos briosos caballos. El primero de ellos enarbolaba una bandera bicolor con un siete en el centro.

viernes, 17 de octubre de 2008

VOLENCIA

No me resisto a contaros una pequeña etapa de mi vida. Me llamo Carmen, tengo 32 años y soy madre de una parejita: la niña de 3 años y el niño de 8.

Mi vida transcurría por unos derroteros normales. Hasta que un día él llegó bastante borracho. Los ojos encendidos, el rostro rígido, lleno de ira. Al perecer las cosas no le habían ido muy bien y temí que lo pagara conmigo. Me fui hacia la cocina, pero el se interpuso y me dio tal bofetada que tuve la sensación de que la cabeza se me separaba del cuerpo. Parecía un balón de fútbol al que hubieran inflado hasta el punto de estallar. Me cogió del brazo con fuerza hasta hacerme daño y me dio un puñetazo en la sien, que me dejó semiinconsciente. Salí corriendo de la casa y me dirigí a la de mi madre.

Por el camino iba jurándome que jamás volvería a estar con este animal. Llegué a casa de mis padres y mi hermano me re4comendó que fuéramos al forense. Así lo hicimos y pusimos la correspondiente denuncia. La Justicia dictó orden de alejamiento y me concedió la custodia de mis hijos, con la posibilidad de que el padre los viera la mañana de los domingos.

Así transcurrió casi un año. Un día, cuando vino a devolver a los niños, me pidió que me quedara fuera, que tenía una cosa importante que decirme. Me negué pero ante su insistencia pensé que no perdía nada con escucharle….

- Carmen -me dijo- soy otro hombre desde aquel día no he vuelto a beber absolutamente nada. Recuerdo aquel aciago momento y no puedo perdonarme. Fui brutal contigo y no pasa ni un minuto en que no me arrepienta. Te quiero, siempre te he querido y siempre te querré. Eres lo más bonito que me ha ocurrido en la vida. Sin ti y sin los niños seguir en este mundo no tiene sentido para mi.

Su voz era cálida. Las palabras casi se le quebraban en la garganta. Su rostro era triste y compungido.

-Podríamos llegar a un acuerdo. Veniros a casa tú y los niños y viviríamos para ellos.

Educarlos en paz y concordia, haciendo que dispusieran de un futuro más bueno que el nuestro. Dormiríamos en habitaciones separadas. Haríamos una vida aparentemente normal pero yo siempre respetaría tus condiciones. Te prometo que nunca te arrepentirás.

Las palabras llegaban a mis oídos como un canto de sirena. Sentí cómo mi firmeza del principio iba flaqueando. Le dije que lo pensaría y que el próximo fin de semana lo hablaríamos: pero yo en mi fuero interno sabía que se produciría una claudicación por mi parte.

Vivimos así durante unos meses. Él se comportaba como había prometido. Un día, cerca de Navidad, ocurrió un hecho especial. Sentados frente a la chimenea, el fuego encendido y las llamas jugueteando con las sombras. Me habla con una voz suave, acariciadora que me transporta a paraísos no soñados. Se acerca a mí, no puedo resistirme. Me abandono en sus abrazos. Hicimos el amor con más dulzura que nunca. Pienso que estamos consiguiendo la normalidad en nuestro matrimonio y que esto va a durar eternamente.

Las crudezas del invierno ya habían pasado. Nos encontramos en el mes de marzo. Después de llevar los niños al Colegio me dispongo a preparar el almuerzo. Oigo un portazo. Acudo a la puerta de entrada y me lo encuentro allí. Casi no podía sostenerse en pie. ¿Has bebido? Le dije de la mejor manera posible.

.

- He bebido lo que me ha salido de los co… so tía zorra. Tú no eres quien para llamarme loa atención. Tu única misión es acatar mis órdenes.

Estaba fuera de sí, con los ojos inyectados en sangre. Echaba espuma por la boca. Puso la mano en una silla, la enarboló y me dio con ella en la cabeza. Casi perdí el conocimiento, me toqué la herida y observé mi mano llena de sangre. Antes de que pudiera darme cuenta me asestó una patada y después me cogió del pelo y tiro hacia él mientras me golpeaba con el puño cerrado en la boca. Noté el sabor agridulce de la sangre y algo duró dentro de ella; eran tres dientes que me había roto. Me tiró al suelo y empezó a darme con los dos pies de una manera desaforada. Yo me sentía cada vez más débil. Cuanto más le rogaba que dejara de pegarme más se enfurecía y los golpes se hacían más fuertes. Noté un dolor agudo en el ojo izquierdo; me había dado tal puntapié que el ojo se me había salido de su órbita. A continuación me quitó los pantalones y las braguitas. Me hizo unos cortes con una navaja, en la zona comprendidita entre el ombligo y la pelvis. Fue a la cocina y vino con el salero y echó en las heridas gran cantidad de sal. Yo no podía resistir más pero aún me quedaba por sufrir. Me violó y, después de satisfacerse, me rompió algunas costillas dándome con fuerza en el pecho. La última faena que recuerdo fue un duro golpe en el costado. Debió afectar a algo vital de mi organismo porque ya no sentí ni dolor, ni angustias.

La vida se me escapaba poco a poco. Veía un túnel muy largo y al fondo una luz muy brillante.

Blanca.

Después, nada.

El silencio

sábado, 4 de octubre de 2008

1. Rojos de m...

EN CAÑIZARES NUNCA PASA NADA *

1. Rojos de m…

No podía creerlo. El hecho le llegó de varias fuentes. Algunos querían quitarle hierro, otros eran más explícitos. Lo que parece indudable es que en las esferas políticas de Cañizares había un cierto personajillo, de tercera división, que andaba por la ciudad causando el mismo estrépito que un elefante en una cacharrería.

Anteriormente le había llegado alguna noticia sobre el talante ¿liberal? de este buen señor (piensa, dice, lo de señor porque es educado). “Con mi dinero no estoy dispuesto a financiar apologías de rojos de m…”.

Frasquito se pregunta: ««Tu dinero? ¿No será el dinero del Ayuntamiento, es decir el dinero de todos, incluidos los impuestos de los “rojos de m…” que pagan al menos la mitad de esos gatos y para más INRI la mitad de tu sueldo?».

Mas no le preocupan los comentarios de este tipo de personajes. Lo que le preocupa seriamente a Frasquito es que estas posturas deriven en un enfrentamiento entre blancos y negros, entre azules y rojos; entre los que quieran volver a la involución y los que pretenden como él vivir en paz y concordia, respetando a todo el mundo, aunque sus ideas sean diametralmente opuestas a las suyas. Estos individuos son los que no quieren que el pueblo se eduque, aprenda, piense. No les interesa que nadie lea a alguien que sobresale por encima de su estrechez, que difiera de sus deseos retrógrados, que se desvíen hacia el lado odiado por ellos. Con este tipo de seres, no se puede progresar en las ideas, no se puede hablar de Victoria Kent, no se puede hablar de nadie que huela a progresismo. A Frasquito le consta (porque aunque es de pueblo ha leído) que la Concejala del Área de la que es Coordinador, gracias a Victoria está en ese puesto.

Frasquito duda de que todos los miembros de su partido estén en esta línea, porque eso sí que sería preocupante. Al parecer, desde dentro, ya le han llamado la atención y ha dado marcha atrás en su prepotente actitud., lo cual le congratula enormemente. No quiere Frasquito, por aquello del respeto, crear ningún tipo de polémica al respecto, todo lo contrario. Lo que Frasquito va a hacer, como decía un castizo paisano mío es: “CORRER UN ESTÚPICO VELO” y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

Otrosí que le preocupa, después de treinta y tres años en que ya no está prohibido hablar de política, es que existan algunos jóvenes, que no han conocido guerras, ni rencillas personales, ni hambres; que no han visto ni oído, al parecer, ninguna referencia del holocausto, que han podido hacer carreras junto a los hijos de los obreros, bebiendo unos de otros sus diferentes posturas, en un ambiente de comprensión mutua… lo que le inquieta, piensa, es que ésto no sea un caso aislado, sino que haya una juventud involucionista que quiera restaurar el “heil Hitler”.

Un amigo mío, cordobés por más señas, me decía: «Yo, que he corrido delante de aquella policía prehistórica, tan distinta a la de hoy, como alma que lleva al diablo, que he marchado a la cabeza de manifestaciones estudiantiles, que hasta he repartido el Mundo Obrero; ahora tengo que aguantar a mi propio hijo que me restriegue por los hocicos que el nazismo de Hitler era necesario, entonces y ahora. Y se me ponen los vellos de punta».

Nos falta ética y elegancia, cavila Frasquito. Empezando por los de arriba, desde el Parlamento hasta la última taberna del Camino de las Cañas.

Le llegan noticias de última hora. Por lo que respecta a nuestra ciudad, en Cañizares, afortunadamente, la sangre no va a llegar al río.

Y es que, como siempre, en Cañizares nunca pasa nada.

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* Título de una novela del motrileño Francisco Pérez García en la que retrata la hipocresía, la doble moral de las gentes de bien de una ciudad imaginaria: Cañizares.