Seguidores

domingo, 16 de marzo de 2008

Carta al Sr, Tiempo

!Me has engañado!. Me has tomado el pelo como a un pipiolo. Cuando niño abusabas de mí. Mientras estaba en la escuela hacías que tu reloj, al que manejas como te sale de las entretelas, anduviera despacito, muy despacito.... Las horas parecían siglos, los días !no te digo!. Cuando al fin salíamos de clase éramos becerrillos a los que les abren la puerta de toriles. Merendábamos y luego nos íbamos a jugar, y allí estabas tú para darle cuerda rápida a tu endiablada máquina de contarte. Casi sin darnos cuenta nuestra madre ya nos estaba llamando para la cena. No sé qué sacabas tú con esa actitud tan irracional y diabólica.

Y qué me dices de nuestra época de mozuelos. Tuvimos nuestra primera novia, aquella chica de ojos verdes que tanto nos gustaba, y también jugabas conmigo al escondite de tus caprichosas maneras de acelerarte mientras estábamos con ella y luego, durante el resto del día , volvías al ralentí mas enervante que imaginarse pueda. Aquellas sesiones del cine en donde, a pesar de que en los prospectos de la película ponía: duración, 2 horas (incluidos anuncios, que también se ponían entonces, ¿o es que crees que es sólo un invento de la televisión?), tú hacías que duraran unos pocos segundos. Y cuando salíamos del cine y nos tomábamos unas cervezas con anchoas y patatas fritas en el bar Terraza, parece como si hubieras cogido el avance rápido y luego, cuando llegaba la noche, volvías al frenazo y que te vayan dando.

Desde la más tierna infancia hasta esta época, fuiste transcurriendo con alternancias, unas veces felices y, otras, desesperantes. Pero se acercaba el peor momento de mi vida, el reclutamiento para el glorioso Ejército Nacional, la incorporación a filas y las "putadas" típicas que se respiraban en aquel ambiente. Estuviste detenido durante 18 meses, con algunas excepciones muy puntuales pero que no borraban la mala leche que tú nos imbuías con tu absurda actuación. Aquello no se acababa nunca. No hubo permisos oficiales. Estábamos a menos de una hora (cuando se construyera la futura autovía) de nuestra casa y, sobre todo de nuestra novia y sólo conseguíamos permiso para un día, si nos portábamos bien durante un mes. Ya te digo, en esta fase de mi vida llegué a odiarte con todas mis fuerzas, tu lentitud me exasperaba, cerraba los puños hasta casi hacerme sangre con las uñas en las palmas de mis manos. Pero, como dicen por ahí, no hay mal que cien años dure. Llegó el final del periodo patriótico y volvimos a casa contando batallitas, (Hoy mis nietos no me permiten que las cuente, como está mandado para todo abuelo que se precie, ellos prefieren Internet y, lo que yo considero más incomprensible de esta época, chatear -!sin un vaso de vino!- Y ahí entras tú con ellos borrando de su memoria la noción que tienen de y hasta les quitas las ganas de comer. En fin, es el progreso, tú sabrás lo que haces.

Me llega la época de crear una familia, tener hijos, criarlos, educarlos, en una palabra "espercojarlos" como se dice por estas tierras. Aquí también tendría algo que decirte, pero es que no merece la pena seguir con la misma cantinela. Siempre has jugado conmigo como el gato con el ratón. Para qué voy a enumerarte las veces que me has tratado vilmente. Eres odioso, sin corazón, sin alma, no te ha importado nunca el ser humano. Siempre has estado en un plan preponderante, nos has mirado por encima del hombro y, además, has permitido ir apuntándote bazas, independientemente de los momentos puntuales que ya hemos referido, haciendo que los hombres vayan consumiéndose poco a poco, mostrando unas arruguitas, imperceptibles en un principio que van agrandándose cada vez más. Y ésto lo has planeado con "mala leche", porque se da la circunstancia que unos se ven a otros casi a diario y no notan el cambio que se va produciendo. A Pepe se le están blanqueando las sienes, y no nos damos cuenta que a nosotros también. Lo tienes todo planeado, insensible a los sentimientos de los demás.

Ya tenemos la familia casi colocada y hemos disfrutado con los nietos como no lo hicimos con los hijos,. Ahí entras tú a no permitirnos que disfrutemos todo lo que quisiéramos. Ha sido como un relámpago, que ilumina el horizonte para desaparecer al instante.

Ha llegado el momento de reflexionar sobre nuestra vida. Lo que hemos hecho, lo que nos gustaría hacer todavía: Escribir nuestras memorias. Estudiar música, que tanto nos ilusionó y que no pudimos hacer. Viajar a los lugares con los que siempre soñamos. Vivir, vivir la vida INTENSAMENTE. Pensar que las cosas viven porque nosotros las miramos y les damos vida con nuestro aliento.

Pero, señor mío, ¿podremos hacerlo?. ¿Nos permitirás, a pesar de tus malas entrañas, que podamos realizar estos sueños?. Cada mañana, cuando me levanto te ofrezco un Brindis a Vida o Muerte...

Voy a terminar esta carta, pidiéndote perdón si te he ofendido y solicitándote una prórroga, mejor grande que pequeña, una prórroga para poder hacer parte de nuestros deseos...

Es gracia que espero alcanzar de tu reconocida "benevolencia".

2 comentarios:

Mª Teresa Martín González dijo...

Directo. Un sentimiento hacia el "Sr. Tiempo" que todos mantenemos en nuestras cabezas. Es cierto que lo odiamos, pero también lo necesitamos.Lo curioso es que muchas veces tenemos "tiempo" para hacer cosas que queremos pero lo vamos dejando para un luego lejano. No hay que pensar cuando el reloj dejará de hacer tictac, sino lo que voy a hacer mañana y el lugar que visitare, el cuadro que terminaré o la nueva composición que aprenderé a tocar.

Para mirar a la vida que hemos tenidos, no debemos contar los minutos, sino los hechos y las experiencias.

Un saludo

Angela Magaña dijo...

Hoy, me temo, todos estamos de acuerdo contigo, con tu estupenda exposición del eterno problema.
Es muy positivo, por otra parte, nuetro afán de vivir, viajar y mil cosas más. En eso consiste el "estar vivos". Recuerda la expresión "matar el tiempo" ¡Incomprensible! ¿no?
Un saludo. ANGELA